domingo, 18 de noviembre de 2012

Porque hay madres y madres

Ayer fue un día especial. Gracias a la Orquesta de Pulso y Púa de la UCM pude dar uno de esos conciertos que no se olvidan jamás: llevamos a Mozart, Boccherini, Tárrega, Bretón... al Centro Penitenciario para Madres "Padre Garralda" de Madrid. Una experiencia vital donde las presas se mezclaban con sus hijos, con sus cuidadoras y ayer con sus músicos...

Después de un primer momento de natural rechazo, ya que todos los hombres uniformados que acceden a las dependencias son o policías o sanitarios, las reclusas empezaron a revolotear a nuestro alrededor. Estaban terminando de preparar algo para picar que tras el concierto nos sirvieron con encantador mimo.

Y así las descubrimos, en plena faena, porque nuestro escenario no era otro que el comedor. Una sala de 100 metros cuadrados con las mesas y sillas atornilladas al suelo con una ventana, que a modo de mostrador, comunicaba con la cocina. En cada mesa, que son de a cuatro, un programa con el repertorio del concierto que pocas se atrevieron a ojear.

Nosotros con traje completo, corbata, beca, atriles, con las partituras ordenadas, instrumentos afinados y Director... y en mi caso con cierta congoja y el corazón en un puño.

Ojalá di Capua hubiera podido imaginar al componer su O Sole mío que un día,una reclusa, con el corazón en los ojos gritara al acabar la pieza, "¡Bravo, bravo!... He tenido que caer presa para ver cumplido mi sueño... poder escuchar una orquesta, ¡tocando para mí!".


Aquellas mujeres eran buenas, hubiéran hecho lo que huiéran hecho... eran buenas.

Una vez más la Tuna, en éste caso gracias a la Orquesta de Pulso y Púa, me ha dado vida y energía para seguir amándo la música... u para vivir otros 46 años más.

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